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No dejes que el comportamiento de otros destruya tu paz interior – Dalai Lama.
La meditación se suele entender como un acto religioso reservado a un círculo cerrado de practicantes. No obstante, se trata de una práctica abierta a todo el mundo que puede ayudar a muchas personas en su desarrollo personal, búsqueda de la felicidad y gestión del estrés del día a día.
Pero, ¿cómo podemos aprender a meditar cuando no tenemos ni idea?
Aquí dejamos algunos consejos para todas esas personas que quieren iniciarse en el mundo zen de la meditación.
¿Qué es la meditación?
La primera definición para la RAE, y la más sencilla de todas, es que meditar consiste en «pensar atenta y detenidamente sobre algo».
De hecho, la meditación se aleja mucho de las ideas preconcebidas de que está reservada al budismo y a los monjes recluidos en monasterios, alejados de la civilización. Lo cierto es que la meditación no está exclusivamente vinculada a una creencia budista, religión o espiritualidad. Se trata de una serie de técnicas utilizadas por budistas, pero que puede usar cualquier persona en su día a día.
Aunque existen muchas técnicas de meditación, ante todo se trata de una forma de conectar con el subconsciente que nos permite ser conscientes de nosotros mismos.

Meditar es ser testigo de nuestros pensamientos, emociones y sensaciones físicas para aceptarlas mejor e integrarlas en nuestro ser.
La meditación es una experiencia que requiere práctica.
No se puede aprender a meditar con libros. Al igual que ocurre con los deportes, es importante que conozcas la teoría, pero solo con la práctica conseguirás hacer progresos.
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¿Por qué practicar meditación?
La meditación presenta muchos beneficios tanto para el cuerpo como para la mente. La ventaja principal es que se puede practicar en cualquier parte y no hace falta tener un entrenador que nos enseñe a meditar.
Aprender a meditar nos sirve para reducir nuestro consumo de oxígeno, con lo que mejoraremos también en el plano deportivo.
Se le aconseja la meditación a personas que tiene problemas de ansiedad, ya que les puede servir para relajarse y reducir el estrés. La meditación también nos permite evitar problemas de depresión.
Otro de los beneficios de esta práctica es que nos ayuda a combatir el insomnio, especialmente cuando este se debe a problemas de estrés.
La meditación también nos ayuda a mejorar nuestra capacidad de concentración, gracias a los ejercicios de respiración.
Las personas que practican ejercicios de meditación también notan una clara reducción de sus dolores físicos (dolores de cabeza, cicatrización, riesgos cardiovasculares, dolores crónicos, resfriados, etc.), ya que al meditar estimulan su sistema inmunitario de manera natural.
Y por si fuera poco, la meditación también ayuda en la pérdida de peso ya que nos permite gestionar mejor el estrés. Los pensamientos positivos mejoran nuestra autoestima y nos permiten ir ganando seguridad en nosotros mismos.
¿Sabes cómo elegir la esterilla correcta?
Cómo iniciarse en el mundo de la meditación
Ahora que ya te has olvidado de todos esos estereotipos que giran en torno a la meditación y que entiendes los beneficios de la meditación, pasemos a la práctica.

En la práctica: ¿cómo se medita?
La primera sesión de meditación puede ser complicada. De hecho, no aprendemos a meditar de un día para otro. Debemos obligarnos a nosotros mismos a dedicar un ratito todos los días a relajarnos, a realizar el ritmo que llevamos en el día a día.
Se dice que «La paciencia es la madre de todas las virtudes». Aplica este concepto a la meditación y no te des por vencido si no consigues «no pensar» en las primeras sesiones.
Existen muchos métodos de meditación y, con práctica, puedes aprender a meditar estés donde estés, en cualquier lugar y en cualquier momento del día, ¡incluso sin cerrar los ojos!
De todos modos, cuando estamos empezando, lo mejor es seguir ciertas reglas básicas para facilitar el aprendizaje:
- Encontrar un buen momento: meditar en distintos momentos del día te puede servir para encontrar el momento ideal para ti. Puede que sea a primera hora de la mañana para empezar el día con fuerza, a última hora de la tarde para liberar todas las tensiones acumuladas, o incluso a la hora de la comida para recargar las pilas sin necesidad de una buena siesta.
- Escoge un lugar tranquilo: comentábamos que, con la práctica, podemos abstraernos del ruido y de cualquier entorno, pero al principio lo mejor es que optemos por un lugar sin contaminación visual y sonora donde nos podamos sentar tranquilamente. El silencio es la clave. Busca un entorno que te resulte familiar (como tu propia casa) para relajarte más a gusto. Si quieres, puedes encender una vela, un poco de incienso y colocar cojines cómodos. Un poco de música tranquila y suave sin letra también te puede ayudar.
- Marca un tiempo de meditación: ¡y cúmplelo! Lo ideal es empezar con 10 minutos de meditación al día. Haz lo posible por encontrar un margen de 10 minutos para abstraerte de todo y relajarte por completo, tanto física como mentalmente. ¡E intenta ser constante!
- Adopta una postura cómoda: tumbado en posición savasana o sentado con la posición de loto, lo importante es que mantengas la columna vertebral bien recta. Cierra los ojos o fíjalos en un punto delante de ti, quédate bien quieto y relájate.
- Concéntrate en tu respiración: respirar profundamente y pensar en tu respiración es esencial durante la meditación. Es la técnica de relajación más fácil de hacer. La respiración te permite relajarte y liberar la tensión acumulada.
- Purifica tu mente: al principio, seguramente te cueste no pensar en tus preocupaciones, tus deseos, tus «to-do lists»… No pasa nada, necesitarás mucha práctica hasta que seas capaz de dejar la mente en blanco y alcanzar un nivel de contemplación adecuado.
- No controles tus pensamientos: ¡déjate llevar! En cada sesión notarás cómo vas haciendo progreso y aprenderás a dominar tus sensaciones y pensamientos sin intentar controlarlos en todo momento.
También te recomendamos que, una vez terminada cada sesión, reflexiones sobre qué podrías mejorar para centrarte únicamente en ti. Pero no seas muy estricto contigo mismo si estás empezando. Repetimos: es normal que no seamos capaces de abstraernos por completo en las primeras sesiones.
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No pienses que estos primeros acercamientos a la meditación van a tener efectos inmediatos. ¿Te notas más tranquilo, más zen? ¿Has alcanzado un nivel de relajación suficiente? ¿Has conseguido no pensar en nada más que en tu proceso de meditación?
Practica un poco todos los días para conocerte y entenderte mejor adoptando una actitud positiva y benevolente hacia ti mismo.
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¿Cómo practicar una meditación de plena conciencia?
Lo primero que debes recordar si quieres empezar a meditar de manera consciente es que: no se trata de una actuación.
El objetivo principal es que aprendas a relajarte y a analizar tu manera de meditar para saber qué temas, problemas o preocupaciones no te consigues sacar de la cabeza con el objetivo de que te conozcas mejor (para lo que también te puede ayudar practicar en una clase de yoga).
La benevolencia del practicante
No puedes ser muy duro contigo mismo. No hay una meditación buena o mala. Lo que tienes que hacer es intentar ser plenamente consciente de tus emociones.
Al principio, pensar en tu respiración te puede ayudar a meditar, pero no debe ser tu objetivo. Si te das cuenta de que utilizas la respiración como el centro principal de tu atención, quizás es porque estás intentando evitar que tu cerebro piense en otras cosas. ¿Por qué?
Si tu cabeza da mil vueltas, es porque está muy ocupada. Si, por el contrario, no deja de pensar una y otra vez en lo mismo, quizás es porque hay un tema que requiere tu atención.
No te preocupes, incluso tras muchos años de práctica, nuestra mente sigue errando de un tema a otro. Todo depende de los vaivenes de la vida. Lo importante es que trabajes en conseguir un estado meditativo gracias a la práctica diaria.
Los que practican la meditación habitualmente, poco a poco consiguen escoger el tema de su meditación para hacer un buen proceso de introspección.

Puedes revisar cada parte de tu cuerpo
La meditación también tiene como objetivo realizar un escáner integral de nuestro cuerpo para comprobar que todo va bien, reflexionar sobre las sensaciones físicas de cada parte del cuerpo.
Lo mejor es que vayas haciendo un repaso de arriba abajo para no olvidarte de nada: cara, garganta, pecho, brazos, vientre, piernas, pies…
Se trata simplemente de una observación. No intentes cambiar tus sensaciones ni analizarlas. Simplemente haz un repaso y, cuando termines, intenta llegar a una conclusión sobre tus sensaciones generales.
Presta atención a tu entorno
Solemos decir que debemos centrarnos únicamente en nosotros mismos cuando meditamos, pero ¿la conciencia plena no consiste también en ser consciente del entorno? Deja de lado el entorno y deja que tus sentidos constaten lo que pasa en cada momento durante el periodo de meditación, el aquí y ahora.
¿Qué oyes? ¿Qué hueles a tu alrededor? ¿Qué siente tu piel? ¿Y el resto de partes de tu cuerpo?
Observar es suficiente. No te fuerces a entender cada una de las cosas que ves o percibes a tu alrededor. Deja que los sonidos, los olores y las sensaciones lleguen a ti.
Llama a un amigo
También puedes practicar la meditación con otra persona. Aunque la práctica en sí misma es totalmente individual, meditar con alguien te puede ayudar a mantener la motivación, descubrir otras técnicas y profundizar en tus ganas de continuar.
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